Ahora que ya no juego al rugby, lo fotografío. Este proyecto es una carta de amor al rugby y una búsqueda personal para encontrar su espíritu original. Durante los últimos quince años he viajado a algunos de los países con mayor tradición en este deporte, tratando de capturar su alma con mi cámara.

 

He visitado la Rugby school donde, según nuestra propia leyenda artúrica, se inventó este deporte hace doscientos años, pero el viaje me ha llevado también a muchos otros lugares —clubes, escuelas, universidades, estadios, bares...— donde se forjó el espíritu del auténtico rugby: en Inglaterra, donde nació y donde sus tradiciones se nutren en impecables campos de hierba junto a edificios centenarios; en Nueva Zelanda, un país de cuatro millones de habitantes que vive para el rugby y ha llegado a dominarlo; en los negros valles mineros de Gales, donde duros delanteros salidos de las minas de carbón hacían temblar de miedo a otros equipos en los años 70 y 80 del siglo XX; en Hong Kong, donde durante carnaval el torneo de sevens se convierte en un Mardi Grass de rugby y en la fiesta más loca del año; en Escocia, donde las batallas contra el auld enemy al sur de la frontera se dirimen ahora en un campo de rugby; En el sur de Francia, con su rugby terroir, telúrico, donde disfrutar del cassoulet y del vino local antes del partido es tan importante como el propio partido (o más). También en los campos de rugby de España, donde me convertí en rugbista hace más años de los que recuerdo.

 

Este es un proyecto en curso y no terminará hasta que fotografíe también la cultura del rugby en Irlanda, Argentina, Sudáfrica, Australia, Fiji, Tonga y Samoa.

 

Espero poder hacerlo en los próximos años. Por favor póngase en contacto conmigo si quiere apoyar esta aventura. Puede hacerlo comprando una foto impresa, publicando una historia si es editor, o simplemente compartiéndola en redes.